Mucho se ha escrito sobre el proceso de enseñar, se han elaborado muchos métodos y técnicas para este proceso, queriendo lograr un aprendizaje que realmente se manifieste en la conducta. Se destacan autores famosos, psicólogos y pedagogos, como Jean Piaget, Rousseau, Decroly, Lev Vygotsky, Freinet, Thorndike, Skinner y Bandura entre otros, que han escrito abundante información sobre la enseñanza. Sus aportes se aplican hasta nuestros días, y todos coinciden en un importante pensamiento que, parafraseándolo, podríamos expresarlo así: “Si un niño no puede aprender de la manera en que le enseñamos, quizás debemos enseñarle de la manera en que él aprende”. Esto nos muestra lo sencillo y natural que es el aprendizaje. Es un proceso innato en el ser humano, mas somos los humanos quienes lo complicamos.

Definimos el proceso de enseñanza– aprendizaje como el acto mediante el cual un facilitador (maestro) ofrece contenido, o información relevante sobre algún aspecto, a un receptor (estudiante) a través de diversos métodos, con el objetivo de enseñar y/o educar. Este proceso es sumamente importante en nuestras vidas, pues desde que nacemos estamos aprendiendo, y de manera innata utilizamos técnicas para lograr nuestros objetivos, y es en el transcurrir de nuestro crecimiento cuando vamos olvidando cómo es que se aprende. Al crecer, comienza a complicarse nuestra vida; incluso, dicho proceso genera frustraciones, al punto que decimos o escuchamos frases como: “no puedo”, “no entiendo”, “no me resulta ningún método para que aprenda” y otras más. Pero, ¿te has puesto a pensar si realmente estas estimulado o si has estimulado para que el proceso de enseñanza–aprendizaje resulte en una experiencia satisfactoria? ¿Te has preguntado, ‘cómo alcanzo, realmente un APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO EN MI VIDA O EN LA VIDA DE LOS DEMÁS’?

Existe un método que se ha utilizado por mucho tiempo, que probablemente también tú lo has empleado, y que muchos lo siguen utilizando, obteniendo resultados favorables. Lo podemos llamar: el método de estímulos o refuerzos, que no es más que un tipo de enseñanza–aprendizaje basado en asociar una conducta determinada a ciertos estímulos, pero, ¿qué clase de estímulos?, No todos son válidos, y estimular es algo más que: “haz esto y te doy esto”, pues eso se puede considerar como un chantaje, y no es la manera para enseñar, ni conduce al aprendizaje correcto.

¿Cómo podemos aplicar estímulos para generar una conducta que sea el fruto del aprendizaje esperado?

Muy sencillo. Dentro del proceso de enseñanza–aprendizaje debemos tomar en cuenta los siguientes parámetros:

  • El ambiente donde se pueda suscitar enseñanza, no se refiere a un sitio como tal, sino a la condición emocional del estudiante, el tomar en cuenta cuáles son realmente las necesidades en el momento de aplicar el contenido.
  • Se debe partir de los aprendizajes previos del estudiante, y relacionarlos con alguna ilustración o historia para captar su interés.
  • Luego, continuamos construyendo nuevos aprendizajes con contenidos significativos y motivadores, según las necesidades actuales. No es menos importante aplicar los refuerzos en base a en las fortalezas o debilidades que se puedan apreciar, para una retroalimentación en los estudiantes.

Un ejemplo es el de la madre que le enseña a su hijo a utilizar el inodoro. Primero, acondiciona el lugar de manera agradable; luego, acompaña al niño, le cuenta una historia, y en este proceso de aprendizaje, lo felicita por el simple hecho de avisar cuando necesita ir al servicio sanitario o por ubicarse en el lugar y dejarse ayudar, utilizando frases de estímulo, tales como: “¡Muy bien hecho!”, “Te felicito”, “Es un buen comienzo”, o “Lo vamos a lograr!”. Una enseñanza tal, fortalece un aprendizaje significativo y aplica un estímulo positivo. Al final, el niño se llenará de la suficiente confianza para ir solo al inodoro y dejar el pañal. El ambiente adecuado ayuda para condicionar la conducta, para procesar la enseñanza significativa con el estímulo adecuado, de manera que se genere el aprendizaje correcto.

El ejemplo más relevante para nuestras vidas, con relación al proceso de enseñanza–aprendizaje por medio de estímulos, lo encontramos en las Sagradas Escrituras, “La Biblia”, especialmente en las enseñanzas impartidas por Jesús quien, en muchas ocasiones, con diversos personajes, aplicó este método, de la manera siguiente:

  • Proporcionó enseñanzas claras y prácticas.
  • Respetó las etapas del desarrollo.
  • Entendió que el aprendizaje es un proceso.
  • Suministró el marco ideal para el crecimiento.
  • Aprovechó las oportunidades de la vida.
  • Estimuló el aprendizaje.

Este método aplicado por Jesús lo podemos apreciar en la conversación que entabló con la mujer junto al pozo en Samaria, registrada en el cuarto capítulo del evangelio de Juan.

  • Jesús comenzó pidiéndole a la mujer que le diera de beber.
  • El Señor Jesús guió sabiamente la conversación cada vez que ella procuraba apartarse del tema.
  • Hasta que, finalmente, ella supo quién era su interlocutor y qué quería enseñarle.

Este es el proceso de enseñanza– aprendizaje que con estímulos se aplica para lograr resultados favorables. Ha tenido éxito en mi vida y en la de muchos, actuando para educar, corregir, y modificar conductas de forma permanente. Jesús utilizó estímulos positivos y, en ocasiones, estímulos negativos, tales como los estímulos que generan aversión. Así le sucedió al apóstol Pablo en su camino a Damasco. Se logró la modificación de su conducta. Los estímulos aversivos son estímulos que funcionan como reforzadores para excluir una conducta no adecuada.

Hay mucho que escribir sobre este tema, pero hay que destacar que Jesús, quien es el mejor ejemplo, aplicó y aplica el método de estímulo o refuerzo en su plan de enseñanza– aprendizaje.

Enseñar como los grandes no es para cualquiera. Es para quienes están dispuestos a esforzarse para asegurar que el contenido sea el correcto, con el método correcto, y llegue al estudiante de la manera más conveniente, para alcanzar los corazones y para que cumpla su misión de transformación. No podemos, de ninguna manera, justificar la falta de dedicación; no podemos aburrir con un contenido que no hace resplandecer la inquietud y la motivación. Hemos recibido perlas y tesoros de inestimable valor de parte del método de Jesús, y nuestra tarea es exponerlos con claridad de tal forma que los estudiantes estén dispuestos a escuchar, aprender y a modificar su conducta para crecer.

por Victoria Lugo
Licenciada en Educación,
Especialización en Psicopedagogía | Perú

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