1. Principio

Creemos que todos los que confiesan su iniquidad, reciben perdón y justificación, pues Jesús por medio de su sangre ruega en favor de cada alma arrepentida. 1 Juan 1:9; 2:1.

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28.13).

“El Señor no nos exige que hagamos alguna cosa penosa para obtener el perdón de nuestros pecados. No necesitamos hacer largas y cansadoras peregrinaciones, ni ejecutar duras penitencias, para encomendar nuestras almas al Dios de los cielos o para expiar nuestras transgresiones, sino que todo aquel que confiese su pecado y se parte de él alcanzará misericordia. …

“La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y reconoce pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que sólo puedan presentarse delante de Dios.

Pueden ser males que deban confesarse individualmente a los que hayan sufrido daño por ellos; pueden ser de un carácter público, y en ese caso deberán confesarse públicamente.

Pero toda confesión debe hacerse definida y directa, para reconocer en forma definida los pecados de los que uno sea culpable.” El Camino a Cristo, 37, 38.

 

2. Introducción

Las Sagradas Escrituras son claras en relación a la confesión de los pecados: “Di a los hijos de Israel: el hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados con que los hombres prevarican contra Jehová y delinquen, aquella persona confesará el pecado que cometió” Hebreos 4:13.

La confesión implica, primeramente, un reconocimiento del pecado, dolor por el mismo y declaración expresa de la falta, ya que si se intenta ocultar la transgresión el fin será mucho peor: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se parte alcanzará misericordia” Proverbios 28:13.

Es imposible que el pecado pase desapercibido para Dios, pues aunque no se confiesen el Señor los conocen: “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta” Hebreos 4:13 y Salmo 90:8 “Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro”.

En la Palabra de Dios la confesión sincera de los pecados se motiva a través de la siguiente promesa: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9.

“La confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita.

Tus pecados podrán parecer montañas delante de ti; pero si humillas tu corazón y confiesas tus pecados, confiando en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, él te perdonará y te limpiará de toda injusticia… Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Permitid que nuestro corazón se llene con un anhelo intenso por su justicia.” Dios nos cuida, 81.

3. Definición

“Mi pecados te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones a Jehová; y tu perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo en el tiempo de poder hallarte…” Salmo 32:5, 6. El rey David expresa en este salmo su propia experiencia en la confesión, que podría resumirse en los siguientes puntos:

• Exposición de los hechos en oración a Dios.

• Declaración completa del pecado sin ningún tipo de encubrimiento.

• Confesar la transgresión asumiendo la autoría y sus consecuencias.

• Recepción del perdón divino.

Las consecuencias de una confesión tal con las siguientes: “Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados. Bienaventurado el hombre a quien no imputa Jehová la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay superchería.” Salmo 32:1, 2.

• Doble felicidad, pues ser bienaventurado significa ser feliz dos veces.

• Obtención del perdón.

• Eliminación del pecado.

• Anulación de cualquier tipo de acusación posterior.

• Pureza de espíritu.

“La confesión de nuestros pecados, ya sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado o exigirse de aquellos que no tienen real comprensión del carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita. El salmista dice: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu contrito” (Salmo 34: 18).” El Camino a Cristo, 39.

4. Características

A través de diferentes confesiones de personales bíblicos se pueden estudiar los rasgos distintivos de una confesión verdadera. A continuación se analiza la oración de confesión de Daniel:

1. Búsqueda de Dios

• “Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza” Daniel 9:3

2. Voluntaria

• “Y oré a Jehová mi Dios, y confesé …” Daniel 9:2

3. Descripción de la condición y pecados

• “Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios. No hemos obedecido a tus siervos los profetas …” Daniel 9:5, 6.

4. Exaltación de Dios

• “Tuya es Señor, la justicia …De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar …” Daniel 9:7, 9.

5. Causas que originaron el pecado

• “…no hemos rogado a la faz de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad” Daniel 9:13.

6. Súplica

• “Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos … Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos … perdona … no pongas dilación …” Daniel 9:17-19.

7. Indignidad humana

• “…porque no derramamos nuestros ruegos ante tu acatamiento confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.” Daniel 9:18.

“No ocultéis nada de Dios ni descuidéis la confesión de vuestras faltas a vuestros hermanos. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Sant. 5: 16). Más de un pecado es dejado sin confesar, y tendrá que hacerle frente el pecador en el día del ajuste final. Mucho mejor es hacer frente ahora a nuestros pecados, confesarlos y apartarnos de ellos, mientras intercede en nuestro favor el Sacrificio expiatorio. No dejéis de saber la voluntad de Dios en cuanto a este asunto. La salud de vuestra alma y la salvación de otros dependen de la forma en que procedáis en este asunto. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Ped. 5: 6, 7). El humilde y quebrantado de corazón puede apreciar algo del amor de Dios y de la cruz del Calvario. Será amplia la bendición experimentada por aquel que satisface la condición por la cual puede llegar a ser participante del favor de Dios.” 1 Mensajes Selectos, 385.

5. Referencias

Los principios que enseñó Jesús en el Sermón del Monte incluyen aspectos importantes en relación a las condiciones necesarias para obtener el perdón de los pecados, lo cual es el objetivo de la confesión:

• Reconciliación con nuestro prójimo

 “Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente” Mateo 5:23, 24.

• Perdonar a los que nos han ofendido

 “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” Mateo 6:12.

• Medida del perdón divino dependiente

 del perdón al semejante

 “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” Mateo 6:14, 15.

• Relación fraternal con el prójimo

 “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4:32.

“Cuando imploramos misericordia y bendición de Dios, debemos tener un espíritu de amor y perdón en nuestro propio corazón. ¿Cómo podemos orar: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (S. Mateo 6:12) y abrigar, sin embargo, un espíritu que no perdona? Si esperamos que nuestras oraciones sean oídas, debemos perdonar a otros como esperamos ser perdonados nosotros.” El Camino a Cristo, 98.

6. Comentarios

“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. (Isa. 43: 25).

Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder contar con su bendición. Mas ellos pueden pedir su bendición de Dios ahora mismo.

Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para que los ayude en sus flaquezas; de otra manera no pueden resistir el mal.

Jesús se complace en que vayamos a él como somos, pecaminosos, impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus pies.

Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza.

Miles se equivocan en esto: no creen que Jesús les perdona personal e individualmente. No creen al pie de letra lo que Dios dice. Es el privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por si mismos que el perdón de todo pecado es gratuito.

Alejad la sospecha de que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza pureza y justicia en Jesús, que murió por los pecadores. El está esperándolos para cambiarles los vestidos sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les da vida y no perecerán. . .

Con tan preciosas promesas bíblicas delante de vosotros, ¿podéis dar lugar a la duda? ¿Podeos creer que cuando el pobre pecador desea volver, desea abandonar sus pecados, el Señor le impide decididamente que venga arrepentido a sus pies? ¡Fuera con tales pensamientos!

Nada puede destruir más vuestra propia alma que tener tal concepto de vuestro Padre celestial. El aborrece el pecado, mas ama al pecador. . . Cuando leáis las promesas, recordad que son la expresión de un amor y una piedad inefables.

El gran corazón de amor infinito se siente atraído hacia el pecador por una compasión ilimitada. . . El quiere restituir su imagen moral en el hombre. Acercaos a él con confesión y arrepentimiento y él se acercará a vosotros con misericordia y perdón.” El Camino a Cristo, 55-58.

7. Conclusiones

“Muchos de los que están buscando con sinceridad la santidad de corazón y la pureza de la vida parecen perplejos y desanimados… Las tinieblas y el desánimo a veces vendrán sobre el alma y nos amenazarán con abrumarnos; pero no debemos perder nuestra confianza. Hemos de mantener nuestros ojos fijos en Jesús, ora sintamos o no. Debemos tratar de realizar fielmente todo deber conocido, y entonces descansar con tranquilidad en las promesas de Dios.

A veces un profundo sentimiento de nuestra indignidad estremecerá nuestra alma con una conmoción de terror; pero esto no es una evidencia de que Dios ha cambiado hacia nosotros, o nosotros hacia Dios. No debe hacerse ningún esfuerzo para que el alma alcance cierta intensidad de emoción. Podemos hoy no sentir la paz y el gozo que sentimos ayer; pero por la fe debemos asirnos de la mano de Cristo, y confiar en él tan plenamente en las tinieblas como en la luz.

Satanás puede susurrar: “Eres un pecador demasiado grande para que Cristo te salve”. Aun cuando reconozcáis que sois verdaderamente pecadores e indignos, debéis hacer frente al tentador con el clamor: “En virtud de la expiación, yo reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia. En esta circunstancia aferro mi alma impotente a Cristo”. . .

No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Todo obstáculo, todo adversario interno, solamente aumenta nuestra necesidad de Cristo. El vino para quitar el corazón de piedra y daros un corazón de carne. Mirad a él para recibir gracia especial a fin de vencer vuestras faltas peculiares. Cuando sois asaltados por la tentación, resistid con firmezas las malas insinuaciones. . . Clamar al querido Salvador por ayuda para sacrificar todo ídolo, y para apartad de vosotros todo pecado acariciado. Que el ojo de la fe vea a Jesús intercediendo ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas mientras ruega por vosotros. Creed que el poder os viene por medio de vuestro precioso Salvador.” La Maravillosa Gracia de Dios, 85.