1. Principio

Creemos que el lavamiento de los pies debe preceder a la Cena del Señor. Prepara el corazón para servirnos los unos a los otros en humildad y amor, llevándonos, por lo tanto, a una estrecha comunión. Juan 13:1-17.

“Estas palabras significaban más que la limpieza corporal. Cristo estaba hablando todavía de la purificación superior ilustrada por la inferior. … Cuando Jesús se ciñó con una toalla para lavar el polvo de sus pies, deseó por este mismo acto lavar el enajenamiento, los celos y el orgullo de sus corazones. Esto era mucho más importante que lavar sus polvorientos pies. Con el espíritu que entonces manifestaban, ninguno de ellos estaba preparado para tener comunión con Cristo. Hasta que fuesen puestos en un estado de humildad y amor, no estaban preparados para participar en la cena pascual o del servicio recordativo que Cristo estaba por instituir.” El Deseado de Todas las Gentes, 602, 603.

2. Introducción

Entre los discípulos de Jesús ocurrían a menudo discusiones a causa de la supremacía de uno sobre el otro: “Y hubo entre ellos una contienda, quien de ellos parecía ser el mayor” Lucas 22:24.

Estas disensiones se repetían con cierta frecuencia, lo cual era conocido por Jesús, el cual declaró: “Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado” Mateo 23:12.

El Señor deseaba que sus seguidores comprendieran este principio divino para la cual procedió a dar una explicación a la pregunta que le plantearon: “En aquel tiempo se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamado Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo que si nos os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos” Mateo 18:1-4.

“Jesús, el amado Salvador, ha dado a todos notables lecciones de humildad. … En su humillación, cuando su obra en la tierra estaba casi terminada y estaba casi terminada y estaba por volver al trono de su Padre,… entre las últimas las últimas lecciones que dio a sus discípulos hubo una sobre la importancia de la humildad. Mientras éstos contendían en cuanto a quien sería el mayor en el reino prometido, se ciñó como siervo y lavó los pies de aquellos que le llamaban Señor y Maestro.” 1 Joyas de los Testimonios, 517.

3. Definición

“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis” Juan 13:16, 17. Un espíritu humilde, una disposición al servicio voluntario, así como una alta consideración hacia el semejante eran principios que el Señor enfatizó una vez más a sus discípulos en ocasión de la fiesta de la Pascua.

La cena pascual era una ceremonia que rememoraba la liberación de Israel de Egipto, así como a Cristo, el Cordero pascual que por su sangre garantizaba la vida. En esta ocasión especial en que todos los discípulos se encontraban reunidos alrededor de la mesa, Jesús instituyó el rito del lavamiento de los pies, de la siguiente forma:

1. “Levantose de la cena, y quitose su ropa, y tomando una toalla, ciñose” Juan 13:4. Jesús se desprendió de su manto y con el ropaje simple de un siervo tomó una toalla para proceder al lavatorio.

2. “Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido” Juan 13:5. Jesús asumió el oficio del más humilde de los siervos, el que se encargaba de lavar los pies de los invitados. Ofreció un servicio completo, pues lavó y secó los pies.

3. “Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomando su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, díjoles: ¿Sabéis lo que os he hecho?” Juan 13:12. Jesús lavó los pies de todos y cuando terminó condujo los pensamientos de los discípulos a la reflexión, pues debían ser conscientes de lo que estaba sucediendo.

4. “Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor: y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros” Juan 13:13, 14. Jesús apeló a las declaraciones de los discípulos acerca de su persona, las cuales implicaban autoridad, respeto, sabiduría y liderazgo, a saber Maestro y Señor para presentarse El mismo como ejemplo a seguir: Sí El lo había hecho y dicho y ellos se decían sus discípulos debían realizar el lava-miento de los pies uno al otro. Así el Señor estableció la ceremonia del lavamiento de los pies.

5. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” Juan 13:15. Jesús confirmó de nuevo la validez de este rito como ejemplo a seguir por sus discípulos.

6. “De cierto, de cierto os sigo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió” Juan 13:16. Jesús confirmó una vez más la necesidad de realizar esta practica, pero ahora desde otra perspectiva. Primero les enseñó que debían hacerlo como acto de purificación (Juan 13:10), segundo como acto de igualdad (Juan 13:14), tercero como ejemplo de Cristo (Juan 13:15) y cuarto como prueba de ser sus seguidores (Juan 13:16).

7. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis” Juan 13:17. Jesús les había enseñado y de este modo habían de practicarlo, pues además iba acompañado de una promesa: ser doblemente felices.

“Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer. Luego él, el Maestro divino, se levantó de la mesa… tomó una toalla, y se ciñó. Con sorprendido interés, los discípulos miraban, y en silencio esperaba para ver lo que iba a seguir…

“Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo. …

“… les dio un ejemplo que nunca olvidarían… Uno de los últimos actos de su vida en la tierra consistió en ceñirse como siervo y cumplir la tarea de un siervo.” El Deseado de Todas las Gentes, 600, 601.

4. Características

El lavamiento de los pies implica servicio, reconciliación, igualdad, fraternidad, humildad y muchos otros aspectos más que se incluyen en el acto de servir, tal como se exponen a continuación:

SERVICIO

• Don celestial: “De manera que teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada … úsese conforme a la medida de la fe; o si ministerio en servir …” Romanos 12:7.

• Amor: “… sino servíos por amor los unos a los otros” Gálatas 5:13.

• Ánimo: “…como siervos de Cristo, haciendo de ánimo la voluntad de Dios” Efesios 6:6.

• Buena voluntad: “Sirviendo con buena voluntad como al Señor…” Efesios 6:7.

• Sencillez de corazón: “… no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios” Colosenses 3:22.

• Reverencia: “…retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” Hebreos 12:38.

“Para los que reciben el espíritu de este servicio, no puede nunca llegar a ser una mera ceremonia. Su constante lección será: ‘servíos por amor los unos a los otros’ (Gál. 5:13). …

“Jesús, que era servido por todos, vino a ser siervo de todos. Y porque ministró a todos, volverá a ser servido y honrado por todos. Y los que quieren participar de sus atributos, y con él compartir el gozo de ver almas redimidas, deben seguir su ejemplo de ministerio abnegado.” El Deseado de Todas las Gentes, 606.

5. Referencias

La relación que debería existir entre todos los seres humanos y específicamente entre los de la misma fe, se expresa claramente en las Sagradas Escrituras.

1. HACER BIEN Y NO ACEPTAR CALUMNIAS

• “… ni hace mal a su prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio alguno” Salmo 15:3.

2. SERVIR DE GUIA

• “El justo sirve de guía a su prójimo…” Proverbios 12:26.

3. DECIR LA VERDAD

• “…Hablad verdad cada cual con su prójimo…” Zacarías 8:16.

4. NO PENSAR MAL

• “Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo…” Zacarías 8:17.

5. AMAR

• “…Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mateo 19:19.

6. AGRADAR Y EDIFICAR

• “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en bien, a edificación” Romanos 15:2.

7. SERVIR

• “…servíos por amor los unos a los otros” Gálatas 5:13.

“Semejante al primer mandamiento, es el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. La ley de amor requiere la dedicación del cuerpo, la mente y el alma al servicio de Dios y de nuestros semejantes. Y este servicio, al par que nos constituye en bendición para los demás, nos proporciona a nosotros la más grande bendición. La abnegación es la base de todo verdadero desarrollo. Por medio del servicio abnegado, adquiere toda facultad nuestra su desarrollo máximo. Llegamos a participar cada vez más plenamente de la naturaleza divina. Somos preparados para el cielo, porque lo recibimos en nuestro corazón.” La Educación, 17.

6. Comentarios

“Cristo quería que sus discípulos comprendiesen que aunque les había lavado los pies, esto no le restaba dignidad. “Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor; y decís bien; porque lo soy.” Y siendo tan infinitamente superior, impartió gracia y significado al servicio. Nadie ocupaba un puesto tan exaltado como el de Cristo, y sin embargo él se rebajó a cumplir el más humilde deber.

A fin de que los suyos no fuesen engañados por el egoísmo que habita en el corazón natural y se fortalece por el servicio propio, Cristo les dio su ejemplo de humildad. No quería dejar a cargo del hombre este gran asunto. De tanta importancia lo consideró, que él mismo que era igual a Dios, actuó como siervo de sus discípulos. Mientras estaban contendiendo por el puesto más elevado, Aquel ante quien toda rodilla ha de doblarse, Aquel a quien los ángeles de gloria se honran en servir, se inclinó para lavar los pies de quienes le llamaban Señor. Lavó los pies de su traidor.

En su vida y sus lecciones, Cristo dio un ejemplo perfecto del ministerio abnegado que tiene su origen en Dios. Dios no vive para sí. Al crear el mundo y al sostener todas las cosas, está sirviendo constantemente a otros. El “hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.” Este ideal de ministerio fue confiado por Dios a su Hijo. Jesús fue dado para que estuviese a la cabeza de la humanidad, a fin de que por su ejemplo pudiese enseñar lo que significa servir. Toda su vida fue regida por una ley de servicio. Sirvió y ministró a todos. Así vivió la ley de Dios, y por su ejemplo nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros.

Vez tras vez, Jesús había tratado de establecer este principio entre sus discípulos. Cuando Santiago y Juan hicieron su pedido de preeminencia, él dijo: “El que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor.” En mi reino, el principio de preferencia y supremacía no tiene cabida. La única grandeza es la grandeza de la humildad. La única distinción se halla en la devoción al servicio de los demás.

Ahora, habiendo lavado los pies de los discípulos, dijo: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”

En estas palabras Cristo no sólo ordenaba la práctica de la hospitalidad. Quería enseñar algo más que el lavamiento de los pies de los huéspedes para quitar el polvo del viaje. Cristo instituía un servicio religioso. Por el acto de nuestro Señor, esta ceremonia humillante fue transformada en rito consagrado, que debía ser observado por los discípulos, a fin de que recordasen siempre sus lecciones de humildad y servicio.” El Deseado de Todas las Gentes, 605, 606.

7. Conclusión

“Este rito es la preparación indicada por Cristo para el servicio sacramental. Mientras se alberga orgullo y divergencia y se contiende por la supremacía, el corazón no puede entrar en comunión con Cristo. No estamos preparados para recibir la comunión de su cuerpo y su sangre. Por esto, Jesús indicó que se observase primeramente la ceremonia conmemorativa de su humillación.

Al llegar a este rito, los hijos de Dios deben recordar las palabras del Señor de vida y gloria: “¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor: y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” Hay en el hombre una disposición a estimarse más que a su hermano, a trabajar para si, a buscar el puesto más alto; y con frecuencia esto produce malas sospechas y amargura de espíritu. El rito que precede a la cena del Señor, está destinado a aclarar estos malentendidos, a sacar al hombre de su egoísmo, a bajarle de sus zancos de exaltación propia y darle la humildad de corazón que le inducirá a servir a su hermano.

El santo Vigilante del cielo está presente en estos momentos para hacer de ellos momentos de escrutinio del alma, de convicción del pecado y de bienaventurada seguridad de que los pecados están perdonados. Cristo, en la plenitud de su gracia, está allí para cambiar la corriente de los pensamientos que han estado dirigidos por cauces egoístas. El Espíritu Santo despierta las sensibilidades de aquellos que siguen el ejemplo de su Señor. Al ser recordada así la humillación del Salvador por nosotros, los pensamientos se vinculan con los pensamientos; se evoca una cadena de recuerdos de la gran bondad de Dios y del favor y ternura de los amigos terrenales. Se recuerdan las bendiciones olvidadas, las mercedes de las cuales se abusó, las bondades despreciadas.

Quedan puestas de manifiesto las raíces de amargura que habían ahogado la preciosa planta del amor. Los defectos del carácter, el descuido de los deberes, la ingratitud hacia Dios, la frialdad hacia nuestros hermanos, son tenidos en cuenta. Se ve el pecado como Dios lo ve.

Nuestros pensamientos no son pensamientos de complacencia propia, sino de severa censura propia y humillación. La mente queda vivificada para quebrantar toda barrera que causó enajenamiento. Se ponen a un lado las palabras y los pensamientos malos. Se confiesan y perdonan los pecados. La subyugadora gracia de Cristo entra en el alma, y el amor de Cristo acerca los corazones unos a otros en bienaventurada unidad.

A medida que se aprende así la lección del servicio preparatorio, se enciende el deseo de vivir una vida espiritual más elevada. El divino Testigo responderá a este deseo. El alma será elevada. Podemos participar de la comunión con el sentimiento consciente de que nuestros pecados están perdonados. El sol de la justicia de Cristo llenará las cámaras de la mente y el templo del alma. Contemplaremos al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

Para los que reciben el espíritu de este servicio, no puede nunca llegar a ser una mera ceremonia. Su constante lección será: “Servíos por amor los unos a los otros.” Al lavar los pies a sus discípulos, Cristo dio evidencia de que haría, por humilde que fuera, cualquier servicio que los hiciese herederos con él de la eterna riqueza del tesoro del cielo. Sus discípulos, al cumplir el mismo rito, se comprometen asimismo a servir a sus hermanos.

Dondequiera que este rito se celebra debidamente, los hijos de Dios se ponen en santa relación, para ayudarse y bendecirse unos a otros. Se comprometen a entregar su vida a un ministerio abnegado. Y esto no sólo unos por otros. Su campo de labor es tan vasto como lo era el de su Maestro. El mundo está lleno de personas que necesitan nuestro ministerio. Por todos lados, hay pobres desamparados e ignorantes. Los que hayan tenido comunión con Cristo en el aposento alto, saldrán a servir como él sirvió.” El Deseado de Todas las Gentes, 605 –607.